18 de julio de 1936 (10:45 a.m., en un lugar de España)
El buen olor crecía del romerosilvestre y el espliego entre los árboles
y las quebradas piedras de aquel monte.
Había un río inaudible de cristales bruñidos.
Había rocas dormidas en un sueño de musgo.
Y sonaba el silencio que se oye en el campo.
Desde allí el llano inmenso ajedrezado
de ocre y verde lindaba con el cielo
poniendo un trazo gris al horizonte.
El tiempo, sin pararse, retenía
su fulgor en la luz de aquellas horas
perfumadas de armónica
y encalmada belleza.
Nadie tomó esta foto.
Pero el paisaje no es imaginario.
Eran horas precisas.
Tiempo real que nadie visitaba.
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